


















Les Coves de Vinromà cuenta con el colegio público La Morería, el cual se encuentra ubicado al C/ Ramon Ramia, 1 y da servicio a todos los niños y niñas del municipio. El edificio siempre ha estado ubicado en el mismo lugar pero con el paso de los años ha sido reformado y acondicionado para mejorar las instalaciones y disponer de un espacio adecuado para los primeros años de educación infantil y primaria. Algunas de estas mejoras más destacadas en los últimos años han sido la ampliación del gimnasio o el aula de música, así como la fachada la cual ha sido pintada recientemente.
El colegio además de ofrecer los servicios de educación también pone a disposición de los usuarios un servicio psicopedagógico, servicio de comedor, de lunes a viernes de 13.00 horas a 15.30 horas y un servicio de transporte que cada día recorre las masías donde viven usuarios del centro para facilitar el acceso de estos.
La web del colegio es: PÁGINA WEB CEIP LA MORERIA
https://portal.edu.gva.es/lamoreria/
El centro, además, cuenta con una radio propia alimentada por el material que ellos mismos producen, y organizan multitud de salidas, charlas y acontecimientos.
La radio del colegio es: RADIO MORERIA
https://www.ivoox.com/RADIOMORERIA_sb_f_1.html?o=uploaddate
lescovesdevinroma.es
Cuando se miran en el espejo Feijóo, Ayuso, Bendodo, Tellado, Mazón, Mañueco, y toda la élite del PP, ¿tienen un segundo siquiera para escuchar a su conciencia, sus mentiras, irresponsabilidades, maledicencias, infinitas trampas? ¿Y sus medios?
“No hay historia más cruel que la que escribe uno mismo, ya que no hay conciencia que la cambie ni mente que la olvide”. ElDiario.es publicaba el sábado, en medio del puente de agosto, una impactante Tribuna Abierta de Ghaleb Jaber Ibrahim, médico palestino, presidente de la Fundación Araguaney/Puente de Culturas: El implacable poder de la conciencia. Hablaba de Israel, para situarnos ante la maldad mayúscula cuando el individuo que la perpetra se queda a solas consigo mismo. Porque, como dice Jaber Ibrahim, “cuando la conciencia se manifiesta suele hacerlo en la intimidad y por ello no es fácil detectar las crisis que sufren los farsantes”.
Creo que merece la pena ahondar en este asunto clave en el momento actual. Los brutales crímenes del gobierno de Netanyahu puede que sean, ahora, la máxima manifestación de la crueldad contra seres humanos, pero no la única; de hecho, es una tendencia de la que debemos ser conscientes para intentar atajarla. Porque tiene muchas extensiones, incluida la dañina corrupción y las mentiras para lograr objetivos.
La respuesta fácil es decir que quienes cometen atrocidades no tienen conciencia, pero eso no basta: demasiado simple. El autor de la Tribuna, asentado en España, en Santiago de Compostela, mantiene la sugerente idea de que los malvados no escapan a su conciencia. Y es una poderosa tentación creerlo. Imaginar sus momentos solitarios, los del soldado israelí cuando los niños palestinos enterrados vivos recobran la imagen en la que él los metió en esa hondonada y les tapó todo oxígeno que pudiera llegarles. Algunos miembros del ejército de Netanyahu han dado muestras de horror por lo perpetrado; otros, la mayoría, se han felicitado de sus acciones. Al parecer existe un mirador donde simples ciudadanos pueden contemplar el espectáculo de los asesinatos directamente, mientras se hacen fotos y toman refrescos. Al menos es lo que muestra un reportaje de la BBC. Es una tentación suponer que tienen conciencia todos ellos, los ideólogos, los autores materiales y los cómplices de todo tipo.Y también un mínimo asomo de castigo en justicia al verse ellos mismos como son.
Es incuestionable la iniquidad máxima que despliega Netanyahu en Gaza y Cisjordania, y Trump en cuanto a su terrible mandato. Y la de sus cómplices políticos que callan o comprenden lo incomprensible. Les advierte también el autor de “El implacable poder de la conciencia” a “los detentadores del poder político que creen en la absolución de sus pecados apelando a que siempre tuvieron dudas y que tenía que haber pasado otra cosa”. Sobre ellos dice Ghaleb Jaber Ibrahim: “Cuando se den cuenta de que la opción contraria a apoyar era condenar y que no lo hicieron, no habrá posibilidad de retorno en los hechos ni en la conciencia”.
¿Qué sentirá en la intimidad de su casa Von der Leyen y cada uno de los líderes europeos ante lo que se está haciendo en Gaza? ¿Y en Ucrania? Incorporemos aquí a Rutte, el flamante jefe de la OTAN. ¿Y en la propia Europa en donde han dejado a los ciudadanos a los pies de los caballos de Trump con el ominoso acuerdo de los aranceles? ¿Y sobre lo que ocurre en Afganistán? Nos hemos olvidado por completo del tapiado en vida de sus mujeres. ¿Sentirán algo “cuando se den cuenta” de lo que no han hecho?
El fascismo en alza, pleno de egoísmo y deshumanización, está infligiendo daños graves también a los migrantes, en numerosos países y en diversa intensidad según el grado de alejamiento del blanco de la piel que tienen como modelo. Malo será que no haya un solo instante en que no se avergüencen de sí mismos. Uno solo.
Como algunos lectores habrán supuesto si nos plantamos ante el poder de la conciencia no podemos dejar fuera a los hechos que están sucediendo en España, los que se reeditan una y otra vez de una malignidad suprema. Ayudan a entender mejor la cuestión en sí, por proximidad siquiera. Cuando se miran en el espejo de ellos mismos Feijóo, Ayuso, Bendodo, Tellado, Muñoz, Mazón, Mañueco, y toda la élite del PP. ¿Tienen un segundo siquiera para escuchar a su conciencia, sus mentiras, irresponsabilidades, maledicencias, infinitas trampas? ¿Recuerdan lo que les enseñaron, en su caso, sus padres? ¿Se les ocurre pensar cómo les juzgarán sus hijos? Podría ser incluso que se rían de los incautos que les creen o del daño que causan a sus enemigos políticos. ¿O experimentan un atisbo de vergüenza, de conciencia? ¿Es posible que ni una sola noche haya sentido Ayuso la angustia de los 7291 ancianos muertos asfixiados, diga lo que diga su benévola justicia, viéndose a sí misma o a sus seres queridos en esa tesitura?
¿Tienen de hecho conciencia, un átomo siquiera, quienes incumplen sus responsabilidades en las tragedias y descargan sus culpas sobre el gobierno con la impunidad que les caracteriza? ¿La tienen los jueces que actúan por motivaciones políticas incluso sin pruebas? ¿Y los que callan al verlo? ¿Y el órgano superior de los jueces tan peculiar en sus expedientes? ¿Y los medios? ¿No se les revuelve algo el estómago cuando despedazan personas para mayor bien del Partido Popular al que sirven en lugar de hacer posible el derecho a la información de ciudadanos? ¿No se avergüenzan en la intimidad de publicitar tan obscenamente gruesas mentiras? Y a los autores ¿no les abochorna firmarlas?
¿Tiene conciencia quien, tras meternos en la guerra de Irak de tan nefastas consecuencias, se lanza con notable éxito a pedir que quien pueda hacer algo contra el gobierno lo haga? ¿Y quien pudiendo pararlo en justicia, en derecho, no mueve un dedo y hace al no hacer?
¿Y los ciudadanos? Hay una buena parte que ya pasa por alto la ineficacia nociva y todo tipo de engaños aunque incluso sean víctimas de ellos, está ocurriendo con los incendios. Que carga culpas indiscriminadas solo porque le sale de las tripas, sin pensar ni en hoy ni en mañana. En la escala ascendente de la ignominia ya hay quien denigra a seres humanos por venir de otro país, quien cierra los ojos a los que se traga el mar, a los que pisotea Donald Trump… ¿cuánto queda para apretar el gatillo o soltar la espoleta contra niños y adultos en Gaza o quitarles el agua y la comida de la boca? Una vez que se entra en la iniquidad ¿dónde se para?
A pesar de los fanatismos con que se autojustifican todo, o de las excusas que cada uno se busca, sería reconfortante saber que la conciencia no ha desaparecido, que sí hay momentos de luz en las tinieblas de los malvados y de los tibios. De luz, o de miedo. La tortuosa cabeza del hoy presidente estadounidense que hasta anda ya patrullando las calles en busca de delincuentes o de argollas mentales para los ciudadanos, ha declarado en una entrevista en Fox que quiere el Nobel de la Paz pero también asegurarse de que tras su muerte irá al cielo. ¿Se hacen idea?
eldiario.es
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En la finca de Las Albaidas, detrás del campus universitario de Rabanales en Córdoba, 25 vacas pastan en un paisaje reseco y amarillento. Su presencia ha transformado la colina en un vasto lienzo ocre, devorando hasta el último brote de pasto. Han eliminado por completo el combustible que podría avivar un incendio forestal y esparcirlo con rapidez a Sierra Morena. Sus cumbres se levantan a un puñado de metros de distancia, donde su inmensa masa forestal está reseca tras un verano de temperaturas extremas.
El panorama en la provincia de Córdoba es un claro ejemplo. En la capital, solo quedan cinco ganaderos extensivos, cuando, según Felipe, “hace 20 años estábamos unos 50 y hace diez años unos 20”. Molina señala que solamente quedan el 20% de las explotaciones ganaderas extensivas que existían hace 50 años. Más allá de una cifra, esto representa la pérdida de un conocimiento, un modo de vida y un patrimonio cultural y ecológico que se ha transmitido por generaciones.
Felipe es heredero de toda una familia de ganaderos. Su generación es la sexta que se dedica al pastoreo. Sus animales, especialmente las ovejas, actúan como “bomberos biológicos”. Al alimentarse de la maleza y el pasto seco, eliminan el combustible que propaga los incendios. La labor de las ovejas va más allá de comer; su pisoteo constante sobre el terreno compacta la tierra y evita que el fuego se propague. Además, el excremento del ganado distribuye nutrientes y semillas por toda la finca, mejorando la calidad del suelo y contribuyendo al ciclo natural del ecosistema.
La finca de Felipe está completamente libre de pasto seco, un hecho que la hace inmune a las llamas. El ganadero señala con el dedo cómo un ternerito se come incluso los matorrales más grandes, una tarea de limpieza que, según Molina, ningún humano podría hacer con tanta eficiencia.
“Todo esto no se lo han comido en tres días de verano”, comenta Molina señalando el terreno que el ganado ha dejado completamente limpio de pasto. La Junta de Andalucía está trabajando en un nuevo plan técnico de la ganadería extensiva, conocido como plan Rasca. “En este tipo de terreno, no conviene que pase una máquina todos los años porque al final te quedas sin tierra. Si hay un ganadero cercano, dejan que pastoree esa línea de pasto y la Junta le paga a ese trabajador”.
Según estimaciones de los técnicos de Infoca, el gasto a apagar y restaurar una sola hectárea quemada puede ascender a los 15.000 euros. Como recalca Molina, pagar 100 euros por hectárea a un ganadero para que mantenga limpiar una finca pública no solo es más barato, sino que también es una forma de reconocer los servicios ecosistémicos que la ganadería extensiva “lleva años regalando gratuitamente a la sociedad”, como la fijación de carbono al suelo y la gestión sostenible del paisaje.
Felipe subraya que el sistema se ve afectado por la competencia de la ganadería intensiva. Molina establece un claro contraste entre ambos modelos: la ganadería extensiva, que produce “carne por hectárea”, requiere grandes extensiones de terreno, más mano de obra y sus productos tienen un costo más elevado, comparables al jamón ibérico. Su valor no reside solo en la producción de carne o leche, sino en los beneficios ambientales que aporta.
La ganadería intensiva, que produce “carne por metro cuadrado”, se concentra en espacios pequeños, lo que abarata costos y hace que sus productos sean más accesibles, como el jamón de York. Este modelo masivo acarrea graves problemas de contaminación por purines y un mayor riesgo de brotes de enfermedades debido a la alta densidad de animales.
En la última década, el pastoreo extensivo en los montes españoles ha experimentado un retroceso medio del 50%, con comarcas donde la disminución llega al 80 e incluso al 90%. Según organizaciones agrarias, cada año desaparecen alrededor de 1.550 explotaciones de este tipo; desde 2006 se habrían perdido más de 25.000, principalmente de vaca nodriza y ovino de carne
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