¿Cuánto vale un máster?
El caso de Cristina Cifuentes ha logrado que la sombra de la duda se haya hecho rápidamente extensible al resto de universidades tanto públicas como privadas
CARLA GONZÁLEZ
09/04/2018 09:09 | Actualizado a 09/04/2018 09:48
No se asusten, no voy a entrar en detalles sobre la polémica del (no)máster de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. Reconozco que he perdido el hilo de la historia y, aunque quisiese explicarla, cuando ustedes leyesen estas líneas ya estaría desactualizada: cada día la prensa nos descubre algún nuevo dato que, al menos a mi, me saca de los nervios. Vaya por delante mi reconocimiento a los compañeros de ElDiario y El Confidencial que tan excelente trabajo han realizado durante estas semanas para demostrar que no sólo hay políticos que mienten –y mucho-, sino también para dejar de manifiesto un problema mucho más grave de nuestra sociedad: la facilidad con la que toda la cúpula de una universidad pública, con funcionarios y profesores incluidos, ha sido capaz de compincharse para, supuestamente, regalar títulos, falsificar documentos y ponerlos al servicio de una determinada élite política o económica. Eso es lo que realmente me preocupa.
Párense un momento a pensar y podrán darse cuenta de cómo, lamentablemente, a nadie nos sorprende que determinadas élites escalen en la vida política, económica y social de nuestro país sin las aparentes exigencias y esfuerzos que los demás tenemos que acometer. El caso de Cristina Cifuentes ha saltado a la prensa no se sabe bien si por una vendetta o por una casualidad, pero, independientemente de ello, la realidad es que ha logrado que la sombra de la duda se haya hecho rápidamente extensible al resto de universidades tanto públicas como privadas.
“A nadie nos sorprende que determinadas élites escalen en la vida política, económica y social de nuestro país sin las exigencias y esfuerzos que los demás tenemos que acometer”
Así que reconozco que el “¿cuántos casos habrá como este?” vuelve tristemente a mi cabeza una y otra vez. Y digo tristemente porque estoy convencida de la enorme trayectoria, integridad y profesionalidad de los catedráticos, funcionarios, rectores y personal de las universidades españolas. Y, sin embargo, ahí está: la sospecha de cuántos políticos, empresarios y socialités españolas habrán tenido tan mala suerte como Cifuentes de sacar matrículas en asignaturas impartidas antes de matricularse; de perder todas las copias de sus TFM; de no lograr que nadie salga a reconocer que participó en su defensa; o de tener extrañas modificaciones en sus notas. ¡Pobres!
Menos mal que toda la gente que tengo a mi alrededor ha corrido mucha mejor suerte. ¡Qué alivio! A nosotros, a los jóvenes y precarios curritos, gente sin cargos, sin apellidos y sin carteras llenas, esas cosas no nos pasan. Como la inmensa mayoría, la gente corriente solemos matricularnos en tiempo y forma previo pago de una cuota fija de la matrícula. El resto, ya saben, lo vamos pagando a plazos. Un año estuve yo trabajando para pagarme todo el master, a cuotas.
“A los jóvenes y precarios curritos, gente sin cargos, sin apellidos y sin carteras llenas las cosas que le pasan a Cifuentes no nos pasan”
Eso sí, un año estuve también asistiendo a todas las clases, así que puedo poner nombre a los profesores que tuve, a las asignaturas que cursé y hasta puedo contar los viajes, cafés y cervezas que me tomé a la salud de mis compañeros en aquellos viernes y sábados de clases presenciales. El día de la defensa de mi TFM, además del tribunal, por alguna extraña razón, tuve también a mi familia, a mis compañeras de trabajo y a mi tutor siendo testigos de cómo soltaba el rollo; y así, de memoria, podría decir que tengo copias del mismo hasta en cuatro soportes distintos.
Pero ahora, con toda esta polémica, me ha dado por pensar en cómo hubiesen sido mis clases si a ellas hubiese asistido toda la clase política que, haciendo un rápido repaso, tiene un master y, no sé por qué, pero no me la imagino. Claro que muchos de ellos se habrán currado -como todos nosotros- sus TFM. Pero miren, qué quieren que les diga, estoy convencida de que una de las esquinas de la vida esconde también ese recóndito camino, accesible sólo para unos pocos, por el que, sorprendentemente, las carreras y los títulos cuestan un poco menos de esfuerzo.
“A muchos de nuestros políticos deberíamos preguntarles si saben cuánto cuesta un master. De obtener, de pagar y de defender”
El problema es que, por desgracia, tengo también la sensación de que justamente son los mismos que cogen los atajos los que luego hacen las leyes educativas que obligan, en muchos grados, a hacer un master complementario para que tu carrera universitaria tenga validez. Los que estipulan que el precio medio de un master sea de unos 5.000€, o los que nos han llevado a muchos de nosotros a la precariedad laboral. Los que nos han expulsado de nuestro país en busca de las oportunidades que aquí nos han robado o los que nos han condenado a ser jóvenes sobradamente preparados ocupando puestos no cualificados. Ya les digo, es sólo una sensación que, supongo, no se corresponderá con la realidad. Acúsenme de mal pensada. Seguro que si a muchos de ellos les preguntamos sabrían respondernos cuánto cuesta un master. De obtener, de pagar y de defender. Aunque mejor no preguntemos, no nos pase como con el café de Zapatero.
Por cierto, yo debí tener tan buena suerte que, pese a los años que hace, mis compañeros de master y yo aún compartimos un grupo de Whatsapp. Eso también va en el precio del master: conocer a gente a la que acabas considerando como grandes amigos. Una lástima, de verdad, todo lo que le ha pasado a Cifuentes: seguro que ella, sorprendentemente, tampoco está en el grupo de su clase.
“Una lástima lo que le ha pasado a Cifuentes, seguro que tampoco está en el grupo de Whatsapp de su clase”
http://www.lavanguardia.com/local/valencia/20180409/442369433086/master-cristina-cifuentes-comunidad-de-madrid-carla-gonzalez.html
El caso de Cristina Cifuentes ha logrado que la sombra de la duda se haya hecho rápidamente extensible al resto de universidades tanto públicas como privadas
CARLA GONZÁLEZ
09/04/2018 09:09 | Actualizado a 09/04/2018 09:48
No se asusten, no voy a entrar en detalles sobre la polémica del (no)máster de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. Reconozco que he perdido el hilo de la historia y, aunque quisiese explicarla, cuando ustedes leyesen estas líneas ya estaría desactualizada: cada día la prensa nos descubre algún nuevo dato que, al menos a mi, me saca de los nervios. Vaya por delante mi reconocimiento a los compañeros de ElDiario y El Confidencial que tan excelente trabajo han realizado durante estas semanas para demostrar que no sólo hay políticos que mienten –y mucho-, sino también para dejar de manifiesto un problema mucho más grave de nuestra sociedad: la facilidad con la que toda la cúpula de una universidad pública, con funcionarios y profesores incluidos, ha sido capaz de compincharse para, supuestamente, regalar títulos, falsificar documentos y ponerlos al servicio de una determinada élite política o económica. Eso es lo que realmente me preocupa.
Párense un momento a pensar y podrán darse cuenta de cómo, lamentablemente, a nadie nos sorprende que determinadas élites escalen en la vida política, económica y social de nuestro país sin las aparentes exigencias y esfuerzos que los demás tenemos que acometer. El caso de Cristina Cifuentes ha saltado a la prensa no se sabe bien si por una vendetta o por una casualidad, pero, independientemente de ello, la realidad es que ha logrado que la sombra de la duda se haya hecho rápidamente extensible al resto de universidades tanto públicas como privadas.
“A nadie nos sorprende que determinadas élites escalen en la vida política, económica y social de nuestro país sin las exigencias y esfuerzos que los demás tenemos que acometer”
Así que reconozco que el “¿cuántos casos habrá como este?” vuelve tristemente a mi cabeza una y otra vez. Y digo tristemente porque estoy convencida de la enorme trayectoria, integridad y profesionalidad de los catedráticos, funcionarios, rectores y personal de las universidades españolas. Y, sin embargo, ahí está: la sospecha de cuántos políticos, empresarios y socialités españolas habrán tenido tan mala suerte como Cifuentes de sacar matrículas en asignaturas impartidas antes de matricularse; de perder todas las copias de sus TFM; de no lograr que nadie salga a reconocer que participó en su defensa; o de tener extrañas modificaciones en sus notas. ¡Pobres!
Menos mal que toda la gente que tengo a mi alrededor ha corrido mucha mejor suerte. ¡Qué alivio! A nosotros, a los jóvenes y precarios curritos, gente sin cargos, sin apellidos y sin carteras llenas, esas cosas no nos pasan. Como la inmensa mayoría, la gente corriente solemos matricularnos en tiempo y forma previo pago de una cuota fija de la matrícula. El resto, ya saben, lo vamos pagando a plazos. Un año estuve yo trabajando para pagarme todo el master, a cuotas.
“A los jóvenes y precarios curritos, gente sin cargos, sin apellidos y sin carteras llenas las cosas que le pasan a Cifuentes no nos pasan”
Eso sí, un año estuve también asistiendo a todas las clases, así que puedo poner nombre a los profesores que tuve, a las asignaturas que cursé y hasta puedo contar los viajes, cafés y cervezas que me tomé a la salud de mis compañeros en aquellos viernes y sábados de clases presenciales. El día de la defensa de mi TFM, además del tribunal, por alguna extraña razón, tuve también a mi familia, a mis compañeras de trabajo y a mi tutor siendo testigos de cómo soltaba el rollo; y así, de memoria, podría decir que tengo copias del mismo hasta en cuatro soportes distintos.
Pero ahora, con toda esta polémica, me ha dado por pensar en cómo hubiesen sido mis clases si a ellas hubiese asistido toda la clase política que, haciendo un rápido repaso, tiene un master y, no sé por qué, pero no me la imagino. Claro que muchos de ellos se habrán currado -como todos nosotros- sus TFM. Pero miren, qué quieren que les diga, estoy convencida de que una de las esquinas de la vida esconde también ese recóndito camino, accesible sólo para unos pocos, por el que, sorprendentemente, las carreras y los títulos cuestan un poco menos de esfuerzo.
“A muchos de nuestros políticos deberíamos preguntarles si saben cuánto cuesta un master. De obtener, de pagar y de defender”
El problema es que, por desgracia, tengo también la sensación de que justamente son los mismos que cogen los atajos los que luego hacen las leyes educativas que obligan, en muchos grados, a hacer un master complementario para que tu carrera universitaria tenga validez. Los que estipulan que el precio medio de un master sea de unos 5.000€, o los que nos han llevado a muchos de nosotros a la precariedad laboral. Los que nos han expulsado de nuestro país en busca de las oportunidades que aquí nos han robado o los que nos han condenado a ser jóvenes sobradamente preparados ocupando puestos no cualificados. Ya les digo, es sólo una sensación que, supongo, no se corresponderá con la realidad. Acúsenme de mal pensada. Seguro que si a muchos de ellos les preguntamos sabrían respondernos cuánto cuesta un master. De obtener, de pagar y de defender. Aunque mejor no preguntemos, no nos pase como con el café de Zapatero.
Por cierto, yo debí tener tan buena suerte que, pese a los años que hace, mis compañeros de master y yo aún compartimos un grupo de Whatsapp. Eso también va en el precio del master: conocer a gente a la que acabas considerando como grandes amigos. Una lástima, de verdad, todo lo que le ha pasado a Cifuentes: seguro que ella, sorprendentemente, tampoco está en el grupo de su clase.
“Una lástima lo que le ha pasado a Cifuentes, seguro que tampoco está en el grupo de Whatsapp de su clase”
http://www.lavanguardia.com/local/valencia/20180409/442369433086/master-cristina-cifuentes-comunidad-de-madrid-carla-gonzalez.html
