Fueron los gestos de valentía, de rebeldía de hombres como él, los que más hicieron por acabar con aquella locura a la que aún queda poner un epílogo definitivo
En recuerdo de Isaías Carrasco
PEDRO SÁNCHEZ Secretario general del PSOE
Miércoles, 7 marzo 2018, 10:05
Hace diez años que lo mataron. En Mondragón, dentro del coche, cuando iba camino del trabajo. Tan cerca de su portal, que su mujer y su hija escucharon el ruido «como de petardos», según cuentan en un estremecedor relato reciente. El crimen de Isaías Carrasco era ser socialista. Había sido concejal en el Ayuntamiento de Mondragón, en el mandato 2003/2007 e integrante de la candidatura del PSE-EE en las elecciones municipales del año 2007.
El de Isaías no fue el último asesinato cometido por ETA. En su huida hacia ninguna parte, todavía les quedaba veneno para matar al guardia civil Juan Manuel Piñuel, el brigada del Ejército Luis Conde de la Cruz y el empresario Ignacio Uría aquél mismo 2008. La lista del delirio final seguiría creciendo con los nombres del policía nacional Eduardo Puelles y los guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada, Diego Salvá Lezaun y, en suelo francés, del gendarme Jean-Serge Nerin en 2009 y 2010.
Fueron las últimas víctimas de una banda asesina que se negaba a desaparecer y que aún tuvo fuerzas para hacer pagar un tributo de inmenso dolor a familias como la de Isaías, condenadas a la ausencia injusta de un padre al que lloran sus hijas Sandra y Ainara; su hijo Adei, que pese a tener cuatro años entonces, pudo ver a su padre herido de muerte en la acera del portal, desde la ventana de su casa; la ausencia de un marido para su mujer, Marian, con la obligación autoimpuesta de no flaquear para sacar adelante a los hijos.
Recuerdo a Isaías hoy, diez años después de su muerte. Y lo hago como una exigencia moral, como una rebelión contra el paso del tiempo que termina por difuminar los momentos incómodos, los que apartamos en algún lugar de la memoria, junto a las pesadillas de las que queremos despertar.
Recuerdo para mantener viva la memoria de aquéllos a quienes el olvido condena a una segunda muerte. Para acompañar en el duelo sincero a todas las víctimas que, llegado el día de la efeméride en el calendario, piensan en la vida que no fue, en el instante congelado en el tiempo que lo cambió todo para siempre.
Recuerdo, en su nombre y en el del sufrimiento de los suyos, a todos aquéllos hombres y mujeres de Euskadi a quienes los socialistas de toda España aprendimos a admirar, cuando supimos que su lealtad a unos principios, su compromiso ideológico, su militancia o la inclusión de su nombre en una lista electoral por estas u otras siglas, implicaban el riesgo cierto de la muerte a manos de una banda terrorista.
Con la distancia de una década transcurrida, el recuerdo se convierte en homenaje de gratitud sincera a quienes, plantando cara en aquellas circunstancias, estaban defendiendo la dignidad de todos y construyendo una sociedad más decente a través de la defensa de su libertad, de sus ideas, de sus principios. Una sociedad en la que el derecho a pensar de forma distinta no llevase aparejado el riesgo de la invisibilidad, el silencio sumiso o el aislamiento social.
Fueron los gestos de valentía, de rebeldía de hombres como Isaías, los que más hicieron por acabar con aquella locura a la que aún queda poner un epílogo definitivo. Actos de desafío, que en cualquier lugar serían casi banales -como formar parte de una lista electoral- escondían en Euskadi el inmenso coraje de la coherencia que no se negocia. El coraje de tanta gente decente empeñada en legar a sus hijos un futuro mejor que el presente que a ellos les había tocado vivir. El coraje contra el que nada puede cualquier proclama, cualquier exhibición de fuerza a través de las armas, la violencia o la intimidación para amedrentar a quienes decidieron no doblegarse y defender sus principios.
La inmensa dignidad de hombres como Isaías hoy vive en sus hijos y en su mujer Marian. Vive en la serena fortaleza de su hija Sandra, que desde aquél día lucha para que la memoria de su padre no se pierda en la nebulosa del olvido, con una entereza que sus asesinos jamás podrán ni aspirar a tener. Vive en quienes compartieron militancia con él, en Euskadi. Vive en la memoria de los socialistas de toda España, que recuerdan a Isaías Carrasco, que reivindican su nombre con el valor que sólo en este partido se ha atribuido a la palabra 'compañero' y no olvidarán jamás el ejemplo que los socialistas vascos dieron con su actitud en aquéllos años grises de nuestra historia.
Sé muy bien que no hay palabras de ánimo que puedan mitigar el dolor de una familia rota, cuando tiene que rellenar la ausencia con el peso amargo de los recuerdos. Sé muy bien que la tentación del elogio y las palabras grandilocuentes soportan mal el paso del tiempo. Y que al cabo de pocos días, el silencio de esa ausencia vuelve a marcar el paso lento de los días. Hoy, diez años después, recuerdo a Isaías Carrasco. Y lo hago no sólo como secretario general del PSOE, sino como un militante más, miembro del mismo partido cuyos principios defendió. Un militante que reivindica su figura y la de tantos otros que supieron sobreponerse a las coacciones, a las amenazas y, por qué no decirlo al injusto aislamiento social que implicaba tomar partido por estas siglas o las de otros partidos en tiempos tan duros.
Y al hacerlo, al recordar su memoria, lo hago desde el inmenso honor que constituye para este partido su compromiso y el de tantos socialistas que decidieron dar un paso al frente por la democracia para reconquistar el espacio público.
http://www.diariovasco.com/opinion/recuerdo-isaias-carrasco-20180307085844-nt.html
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