Por si quedara alguna duda de su situación, el comportamiento y las actuaciones de Mazón posteriores al 29O han acabado de certificar que sus posibilidades de volverse a presentar y, sobre todo, volver a formar Gobierno son escasísimas. Se ha buscado un escudo bajo la forma de un vicepresidente militar, el teniente general Gan Pampols, que no deja pasar una semana sin dejar en mal lugar a Mazón y a la Generalitat, básicamente porque sus declaraciones intentan explicar las cosas como son y no como la maquinaria propagandística de la Generalitat, con singular torpeza, intenta colocarnos. El último ejemplo, sus declaraciones certificando que el mando único del Cecopi le corresponde exclusivamente a la Generalitat y a la consellera del ramo (a diferencia de las pretensiones de echar balones fuera de la Generalitat compartiendo dicha responsabilidad con la delegada del Gobierno). El líder del PP nacional, Alberto Núñez Feijóo, no quiere saber nada de Mazón, y lo mismo cabe decir de los barones más poderosos del partido. Las encuestas certifican que la situación del PP valenciano es de enorme desgaste. Peligra la Generalitat e incluso peligra el primer puesto del PP en unas hipotéticas elecciones autonómicas.
La situación, en resumidas cuentas, invita a buscar alternativas. Y es allí donde está apareciendo la figura del expresident de la Generalitat y del PP, Paco Camps, que lleva meses prodigándose en todo tipo de actos públicos y privados, reivindicando su figura y su hipotética vuelta al primer plano de la política. Que, para alguien que ha presidido la Generalitat, quiere decir o bien volver a ese mismo sitio o similar (la alcaldía de València), o bien tener un puesto importante en Madrid (actualmente, y mientras su partido no mande allí, algo inviable; y cuando mande, pues probablemente también inviable), o bien alcanzar un puesto de prestigio y visibilidad no estrictamente político (véase presidir el Valencia CF, ensoñación que también ha tenido cierto predicamento, pero que se topa con el problema de siempre: alguien tiene que pagarle a Peter Lim una millonada para recomprarle el club que Lim adquirió cuando era, según nos explicaron las "fuerzas vivas" de la ciudad, su salvador).

- Imagen de archivo de Carlos Mazón -
- Foto: JORGE GIL/EP
De las tres opciones, la Dana ha puesto de manifiesto que donde Camps tiene más posibilidades, si es que tiene alguna, es en el campo de la política valenciana. Para ello, Camps invoca el doloroso proceso de penitencia y redención que tuvo que vivir desde su dimisión, un 20 de julio de 2011, de la presidencia de la Generalitat que acababa de revalidar. A diferencia de Mazón, Camps sí que se plegó a las necesidades políticas del PP nacional y dimitió, como dijo explícitamente, para no perturbar la llegada de Mariano Rajoy a La Moncloa, cosa que en efecto sucedería meses después, en noviembre del mismo año, y con una clara mayoría absoluta.
No es que Rajoy ganase gracias a Camps (lo hizo merced al impacto de la crisis económica y la inoperancia del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para hacerle frente), pero es cierto que Camps se plegó a lo que Mazón ha decidido no hacer: a "dar un paso a un lado" y dimitir. Y lo hizo por algo que, como a nadie se le escapa, es mucho menos grave y serio que la ineptitud y negligencia de nuestro actual president Carlos Mazón antes, durante y después de la Dana del 29 de octubre, si bien es cierto también que en el caso de Mazón el problema dista mucho de haber finalizado y siempre puede invocar, como de hecho invoca, la necesidad de afrontar la reconstrucción e intentar así enmendar en parte su actuación.
El caso es que Camps dimitió, a continuación salió absuelto del caso de los trajes (recordado espectáculo mediático-judicial con votación del jurado incluida), y después lo ha sido de otros casos también. El PP, cuatro años después de aquello, perdió la Generalitat y casi todo el poder que tenía en la Comunitat Valenciana. Desde luego, esto no se debió a la ausencia de Camps. Probablemente, con él como candidato el resultado habría sido similar y quizás peor aún, dado su desgaste, que se habría incrementado con cuatro años más de crisis económica con él al mando y Rajoy en Madrid, pasando de los valencianos como pasó de Alberto Fabra.

Pero es cierto que Camps puede elaborar, ante sí mismo y ante los suyos, un relato bastante sólido: hice lo que me pidió mi partido, tras vencer en tres elecciones seguidas con mayoría absoluta, y a continuación perdimos. Puesto que sus responsabilidades políticas habrían quedado enjugadas con las absoluciones, ¿por qué no volver al primer plano de la política? Sobre todo, con el PP valenciano en el estado de extremo deterioro actual. Un deterioro en el que, además, se entrecruzan también claves territoriales, pues este es un PP, el que manda en el partido y sobre todo en la GVA, predominantemente alicantino que tiene que gestionar una crisis terrible en la provincia de Valencia, por ahora con unos resultados horrorosos.
Así que Camps se postula como líder e intérprete de los deseos y aspiraciones del PP genuinamente "valenciano" frente a los "advenedizos" de Alicante; saca un libro, lo presenta ante 300 fieles y muchos de ellos le piden que dé un paso al frente. Él no dice ni que sí ni que no, lo cual es lo mismo que decir que sí, que está deseando y "a disposición de su partido" para intentar librarse de Mazón y sustituirle él (o bien sustituir a María José Catalá si ella decide dar el paso en la Generalitat). Algo poco probable... Pero también lo es la hipótesis de que sea Mazón quien se presente a la reelección, dadas las circunstancias.
Opinión
castellonPlaza
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