dissabte, 6 de gener del 2018

TAL DIA COM AVUI AL 1943

Resultado de imagen de luis lucia lucia

Portada del libro «En el filo de la navaja. Biografía política de Luis Lucia Lucia (1888-1943)», de Vicent Comes
1943.- Fa el seu traspàs a València el covarxí Lluís Lúcia i Lúcia, periodista i polític valencià de la Dreta Regional Valenciana, ministre durant la Segona República.
ABC


Luis Lucia: La dignidad insobornable de un cristiano

Sufrió cárcel de la derecha y la izquierda por defender la integridad

fernando garcía de cortázar
10/03/2015 00:00h
Actualizado:
10/03/2015 09:24h
«Estamos en la hora de los grandes deberes. Y jamás se necesitó más fe en las almas. Más ansias de verdad en los entendimientos. Más claridades de luz divina en las conciencias. Más generosidades de acción y de caridad en los corazones». Al agonizar la monarquía alfonsina, Luis Lucia publica un libro de apariencia coyuntural, pero de nervio que delata los problemas esenciales de España en la inmensa crisis nacional de los años treinta.

«En estas horas de transición» es un título que alude al inmediato cambio de régimen, pero también al desafío que la crisis de la civilización europea estaba poniendo al alcance de la conciencia de un político cristiano. Lucia lo eligió a sabiendas de que esa crisis amenazaba en nuestra patria con la llegada de viejos conocidos de nuestro desvarío: la intolerancia, el abuso de los privilegiados, el resentimiento furioso de los humildes, la desolación reaccionaria o la utopía de las revoluciones.

Luis Lucia había militado en el carlismo de Don Jaime. Pero lo abandonó por la convicción de que los principios que defendía no podían encerrarse en los límites de una reivindicación dinástica. Para Lucia, el cristianismo no era un asunto privado o un material ideológico para liturgias de secta. Era lo que identificaba el compromiso del hombre con los conceptos de libertad, dignidad y justicia nacidos en el momento mismo en que Jesús proclamó su Evangelio.

«Sí, señores; sí, católicos: la política. La intervención política» escribió para corregir a quienes tanto se empeñaban en separar el mundo de la conciencia social y el velador de las creencias religiosas. Los católicos no debían militar en un partido determinado. Pero todo creyente tenía la obligación de dar testimonio de su fe en la militancia política, rechazando los dos pecados en que se había incurrido en el siglo XIX: la instrumentalización de la Iglesia para defender privilegios y el intento de apartar los valores cristianos de la gestión pública de quienes reducían su catolicismo a las horas de ocio personal.

Defensa del cristianismo

«Para él, el cristianismo no era un asunto privado o un material ideológico para liturgias de secta. Era lo que identificaba el compromiso del hombre con la libertad»

«En estas horas de transición» era mucho más que una propuesta estratégica para los católicos españoles. Era un enunciado de principios irrenunciables, en cuya correcta aplicación podía haberse encontrado un campo de conciliación de los españoles, creyentes o no. Era un recordatorio de los derechos naturales de la persona que derechas e izquierdas, monárquicos y republicanos, debían aceptar como condición previa a cualquier acción política.

A lo largo de la experiencia republicana, Luis Lucia afrontó la enemistad que tal intransigencia de principios y tal flexibilidad en los programas habrían de granjearle en la izquierda y en la derecha, poco dispuestas a entender que nada sobreviviría a un enfrentamiento violento entre españoles. Ganase quien ganase, las grandes y generosas ideas que movilizasen a unos ciudadanos contra otros se apagarían en cada madrugada de ejecuciones, en cada víspera de una batalla, en cada condena a prisión, en cada exilio. Una masacre de españoles nunca podría hacerse al servicio de España. Una limpieza ideológica sectaria nunca reforzaría la potencia cultural de esta nación.

Es muy difícil hallar trayectorias tan ejemplares como las que nos propone la vida de Luis Lucia. Y por ejemplaridad me refiero a la disposición al combate infatigable, al repudio de la indolencia, a la inmensa caridad del espíritu y a la indomable esperanza en el futuro de la patria.

Luis Lucia construyó una fuerza política en la periferia, la Derecha Regional Valenciana, convencido de que el regionalismo habría de ser, de nuevo, la fuerza que devolviera a la nación española su conciencia de ser fruto de un proceso de incorporación. El catolicismo social, el liberalismo moderado, la derecha popular, habían empezado a organizarse de forma regional, en un movimiento que confluiría en la CEDA a comienzos de 1933.

Cuando Goicoechea se escindió de Acción Popular para crear Renovación Española, correspondería a Luis Lucia indicar dónde se hallaba el error del gran dirigente alfonsino: «Las jefaturas de los nuevos tiempos no se organizan como se organizan los banquetes». La derecha moderna solo disputaría su hegemonía social a la izquierda abandonando las conspiraciones de salón nobiliario y las reuniones de una elite administrativa. Solo podría existir una derecha moderna demostrando que en sus principios hallaban satisfacción las justas demandas de los trabajadores y las legítimas aspiraciones de las clases medias. Solo podría vivir organizando un movimiento de masas.

Cárcel y condena a muerte

«Tuvo el doloroso y encomiable privilegio de sufrir persecución de los dos bandos en lucha»
Luis Lucia fue un hombre para tiempos difíciles. No fueron muchos quienes se quedaron a solas con la verdad, con la prudencia, y con un riguroso e inabarcable corazón en aquellas jornadas en las que la nación entera se precipitó al abismo de su negación histórica. Cuando llegó la catástrofe, Luis Lucia tuvo el doloroso y encomiable privilegio de sufrir persecución de los dos bandos en lucha que, en el cautiverio y condena de un hombre como él, habían de demostrar qué poco espacio existía en aquellos tiempos para la sensatez cívica y la concordia social.

A la cárcel lo envió una República en ebullición revolucionaria, para la que el catolicismo ofrecía una peligrosa alternativa de esperanza de redención. En la cárcel lo mantuvo la dictadura triunfante, tan capaz de proclamar el vigor de la fe cristiana como de menospreciar la exigencia virtuosa de la caridad. Ni siquiera su juramento de compartir los ideales del Movimiento Nacional le salvó de la condena a muerte de febrero de 1939. Aunque el indulto de Franco llegó a tiempo, la mezquindad de los dirigentes del régimen permitió que Luis Lucia permaneciera en prisión dos años más de los cuatro de vida que le quedaban.


Al salir en libertad, escribió lo que puede ser un epitafio para algunos de los hombres más honestos de aquella tragedia, todos aquellos españoles sobre cuya inteligencia y cuyo patriotismo se deslizó el peso una historia desquiciada, rodando encima del cuerpo abatido de la mejor España: «Entré en la cárcel por no querer odiar y de la cárcel he salido, después de casi seis años, y pese a todo, sin haber aprendido a odiar».
http://www.abc.es/cultura/20150310/abci-luis-lucia-dignidad-insobornable-201503091158.html


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada