diumenge, 4 de febrer del 2018

Tres eixides, cada dia més estretes

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 Lola García | María Dolores García García
LOLA GARCÍA
04/02/2018 03:30 | Actualizado a 04/02/2018 13:42
Puigdemont está furioso”. Así describía un alto cargo del PDECat el estado de ánimo del expresident tras la divulgación de sus mensajes de móvil dirigidos al exconseller Antoni Comín, en los que confesaba que “esto se ha acabado”. No es extraño. Esas revelaciones evidencian la distancia entre las afirmaciones que algunos líderes independentistas mantienen en privado y en público. Esa ha sido una práctica constante. Basta recordar los correos en poder del juez de Lluís Salvadó, secretario de Hacienda del Govern, que a final de agosto pasado admitía que la independencia para octubre era “del todo inviable”, ya que “aún se carece de muchas cosas necesarias, como control de aduana o banca propia”. Los líderes independentistas han tomado sus decisiones –lo siguen haciendo– agarrotados por el temor a frustrar las expectativas de centenares de miles de personas que han confiado en su palabra pública, que prometía una independencia rápida e indolora. Cualquier objeción podía ser interpretada como una debilidad o, peor aún, como una traición. Por, eso, sólo puede explicarse como un síntoma de devoción que ahora los mensajes de Carles Puigdemont sean leídos por muchos de sus seguidores como un instante de flaqueza disculpable, es más, incluso como una muestra de su humanidad, y no como lo que parecen: un arrebato de franqueza.

“Esto se ha acabado”, se sincera el expresident. En política, material del que está hecho la historia, nada se acaba del todo. Pero a día de hoy Puigdemont parece tener ante sí apenas tres opciones:


El paso al lado. Puigdemont puede ceder en su pretensión de ser investido presidente de la Generalitat. Una de las fórmulas que barajó era que un miembro de la Mesa del Parlament leyera su discurso de investidura, que fuera votado y después renunciar para dejar paso a otro candidato. Pero la decisión del presidente del Parlament, Roger Torrent, de aplazar el pleno lo impidió. Puigdemont puede ceder con más o menos ruido, designando a un candidato libre de causas judiciales o a alguien pendiente de juicio o incluso en prisión para continuar subrayando el mensaje de que la represión impide el normal funcionamiento de la democracia. Si prefiere seguir adelante, puede asumir un reconocimiento simbólico como “presidente legítimo” (que sería anulado por el Constitucional) o tratar de forzar a ERC a desobedecer al tribunal, algo que los republicanos rechazan.

Esquerra ya ha plantado cara a Puigdemont con el aplazamiento del pleno de investidura. Los republicanos consideran que ya han sufrido el desgaste de ser señalados como culpables de que la investidura de Puigdemont no tuviera lugar, así que ahora no van a echarse atrás. Tienen a su líder, Oriol Junqueras, en prisión y no quieren traspasar líneas rojas que puedan ensombrecer su futuro judicial. Esquerra reclama a Puigdemont su discurso de investidura, la fórmula para hacer posible que sea presidente sin provocar consecuencias penales, una negociación sobre el reparto del Govern y un pacto sobre el contenido de la legislatura.

Elecciones. Si Puigdemont se mantiene inflexible en sus posiciones, podría empujar a nuevas elecciones, ya que no habría otro candidato con suficientes apoyos. Puigdemont sostenía que incluso podría mejorar su resultado, pero en su entorno cada vez hay más convencidos de que esa no es la mejor opción. ERC no desea elecciones después del chasco que se llevó por los resultados del 21-D.

Prolongación del 155. ¿Seguro que habría elecciones? En teoría, hay elecciones si en dos meses desde el primer intento fallido de investidura no se resuelve la situación. Pero nos movemos en un terreno inestable e inexplorado, y ahora mismo tenemos un pleno de investidura convocado pero no culminado, en suspenso. Hay expertos que creen que los dos meses ya han empezado a correr y otros opinan que no porque no ha habido votación. El Gobierno del PP envía señales en el primer sentido para presionar a Puigdemont y que ceda. Por eso, el ministro Rafael Catalá –alineado con la vicepresidenta–, reclamó ayer que la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, se presente como aspirante a la presidencia aunque no cuente con apoyos, para poner en marcha el reloj hacia unas elecciones. Pero en realidad en la Moncloa no quieren otras elecciones. Bastante malo fue el resultado del PP. Además, Ciudadanos hará oídos sordos porque sabe que es inviable. El presidente del Parlament tendría que hacer una ronda de contactos para saber si Arrimadas suma los votos suficientes y comprobaría que no es así. El sistema no funciona como en las generales, en las que el Rey propone a un candidato que le asegura que dispone del apoyo necesario. En Catalunya, Torrent tendría que comprobarlo antes.

En la Moncloa hay prisa para que Puigdemont ceda paso. Hasta que no se retire el artículo 155, el PP no tendrá el apoyo del PNV a los presupuestos. Y los plazos apremian. Marzo sería el límite. Si se tienen que prorrogar las cuentas porque perdura el bloqueo catalán, al PP le puede interesar prolongar la intervención de la Generalitat de forma indefinida. De todo ello han hablado Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, que mantienen un contacto habitual, el último la semana pasada en la Moncloa. Y el PSOE va a estar junto al PP si se toma esa decisión.

Puigdemont sabe que deberá elegir una de estas tres salidas (salvo soluciones imaginativas, que no faltan). El día de los mensajes, su fiel amigo, Josep Maria Matamala, envió uno a un chat de seguidores en el que explicaba que el expresident lo está pasando mal pero que su amor al país le proporcionaba fuerza. No decía para qué.
http://www.lavanguardia.com/opinion/20180204/44518055299/tres-salidas-cada-vez-mas-estrechas.html

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